El calendario electoral está acorralando a la Presidenta en un lugar
desconocido para ella: el de la soledad para tomar decisiones
políticas. En sus seis meses de viuda nunca debió resolver cuestiones
de magnitud ni cambió nada de lo que ya existía en los buenos tiempos.
Quizás este momento de su vida, que se parece a la parte más fina de
un embudo, explica tanto las vacilaciones de su voluntad como las
reiteradas advertencias de su salud. La repentina cancelación del
viaje a Paraguay, donde debía participar ayer de los festejos del
bicentenario de ese país, por inexplicadas razones climáticas, está
mostrando un cuerpo muy frágil o un espíritu sin empeño.
Es el almanaque el que la está acorralando en ese territorio
inexplorado. ¿Cuándo y cómo anunciará su candidatura a la reelección?
¿Será candidata? ¿A quién de los tres candidatos preexistentes, que
expresan cosas distintas, elegirá para representarla en la Capital?
¿Ordenará la ofensiva final contra el líder cegetista, Hugo Moyano, o
le conviene más quedarse sólo con el petardeo discursivo? ¿Dejará
crecer en la decisiva provincia de Buenos Aires a una disidencia
política y gremial contra Scioli?
En momentos como éste era cuando mejor funcionaba su matrimonio y su
sociedad política con Néstor Kirchner. El acuerdo o el desacuerdo en
la pareja presidencial terminaban siempre con una decisión consensuada
entre ellos. Kirchner ya no está y ni siquiera un equipo reemplazó su
ausencia. La Presidenta se mueve sola en su oficina o en su casona de
Olivos. Los supuestos influyentes son sólo asesores parciales y
esporádicos.
Hay funcionarios que le son más simpáticos que otros, es cierto, pero
ninguno es un consejero decisivo en instantes críticos. Su resistencia
a enfrentarse con el necesario período de duelo (que lo reemplaza con
trabajo y lecturas); las consecuencias anímicas de ese ámbito yermo en
el que vive y la inminencia de días cruciales para su vida y la de su
familia provocan la permanente ondulación de su espíritu.
Un día parece que tenemos que salir a comprar el cotillón para el
anuncio de la reelección. Pero otro día da la impresión de que todos
nos volvemos a casa . El testimonio corresponde a alguien que la
frecuenta. Su revelación es valiosa, aunque sólo confirma lo que se ha
visto en público en los últimos días. Hace un par de semanas dijo un
discurso que se consideró la antesala del anuncio sobre su candidatura
a la reelección. No quiero que un enorme esfuerzo personal y familiar
caiga en saco roto , proclamó, entusiasmada. El jueves dijo otro
discurso, en medio de sus habituales enojos con Moyano, que se asemejó
a una despedida. No me muero por ser presidenta; ya di todo lo que
puedo dar , cambió entonces, con los viejos bríos muy abajo, cerca del
zócalo. ¿Cuál es la Cristina verdadera?
¿Es todo una simple estrategia electoral? Puede haber algo o mucho de
eso, pero Cristina Kirchner pecó en su vida de altivez y de
autosuficiencia y nunca, como el jueves, de autocompasión. De
cualquier forma, la encerrona presidencial no tiene salida por ahora:
la presión del kirchnerismo para que siga en la jefatura del Estado es
de una intensidad sólo parecida a la que suele ejercer Moyano por
otras razones. Entre las presiones de uno y otro bando, la Presidenta
opta a veces por llevar sus dilemas al espacio público y es ahí,
precisamente, donde tales fluctuaciones promueven la confusión entre
la autenticidad y el oportunismo electoral.
Una primera versión indicó que la Presidenta aprovecharía el
aniversario familiar en el poder, el 25 de Mayo, para notificar a los
argentinos de su decisión. Otros rumores señalan ahora que la fecha
del anuncio se postergaría hasta mediados de junio. El 25 de junio
vencerá el plazo para inscribir candidatos presidenciales. No hablaría
bien de su vocación democrática si la Presidenta descongelara el
proceso de selección del candidato presidencial del oficialismo cuando
ya no habría otra alternativa que ella. Tan cerca de la fecha límite,
nadie podría sentirse en condiciones de participar de la elección del
candidato oficialista. Será ella, si ella quiere, aunque las formas
merecen cierto respeto.
La obsesión presidencial por el armado del futuro Congreso contradice
sus aparentes incertidumbres. Las deslealtades de los legisladores que
la acompañaron en 2007 marcan su impronta de estos días. Los
gobernadores están presionados por el proyecto de Moyano para
incorporar candidatos sindicales en las listas de legisladores, pero
también los presiona el propósito presidencial de incluir en esas
mismas listas a flamantes militantes de La Cámpora. Yo no sé ni cómo
se escriben los nombres de algunos de ellos, que empezaron a militar
hace tres meses , confesó un gobernador del Norte.
Moyano habla de candidatura vicepresidencial, de la de vicegobernador
en Buenos Aires y de una cesión al sindicalismo del 33 por ciento de
las listas de legisladores. Tanta ambición se solucionaría con un solo
lugar y un solo nombre: el de Moyano como primer candidato a diputado
nacional por la provincia de Buenos Aires. El líder cegetista necesita
de un lugar distinguido en el Congreso no para imponer sus ideas, sino
para alcanzar la inmunidad parlamentaria. Scioli no quiere eso y es
más que probable que Cristina Kirchner lo quiera menos que Scioli.
Sergio Massa se entreveró con el sindicalismo en el peor momento de la
relación de éste con Cristina. Cayó en una trampa, producto de cierta
frivolidad política por parte del popular intendente de Tigre. Se
metió en una operación sindical para presionar a Scioli por las listas
de legisladores , explicaron funcionarios nacionales. Moyano le contó
luego a Scioli que él no formaba parte de esa conspiración, pero el
gobernador sabe que las palabras de Moyano son a veces muy distintas
de sus actos.
Sea como sea, la Presidenta dio una orden terminante: El gobierno
nacional debe respaldar a Scioli , le dijo incluso a Aníbal Fernández,
que ya estaba cayendo en la misma trampa que lo encerró a Massa. No es
sólo una cuestión de solidaridad personal, que en política es siempre
relativa. Se trata de la conveniencia presidencial: Scioli deberá
enfrentar la elección provincial el mismo día en que lo haría Cristina
Kirchner por la renovación de su mandato. ¿Para qué, entonces,
debilitar a quien podría ayudarla a juntar votos en el principal
distrito electoral del país?
El conflicto con la Presidenta se agravó, entonces, cuando un sector
sindical se coló para promover al futuro gobernador de Buenos Aires.
Esa es una decisión que pertenece a la política y no a los sindicatos.
Es una reacción propia de Cristina Kirchner y de cualquier otro
presidente. La Presidenta tenía razones sindicales de sobra para
hartarse de Moyano, pero también influyeron esas maquinaciones
puramente políticas. En rigor, Cristina sólo intuye, sin conocerlo a
fondo, el clima real de intranquilidad que existe en amplios sectores
sociales por la indisciplina laboral, que afecta a diario a los
servicios públicos y que todavía provoca escasez de naftas.
Ahora bien, ¿vale la pena derrocarlo a Moyano prematuramente? El
kirchnerismo puro cree que sí. ¿Alguien pensó en el día después?,
pregunta el peronismo más clásico. ¿Por qué Gerardo Martínez sería
mejor que Moyano si compiten entre ellos hasta por quién es más
violento?, insisten estos últimos. La última decisión será de la
Presidenta.
Moyano se metió también en el medio de la decisión presidencial sobre
la Capital, donde vencen los plazos más próximos. En la semana que se
inicia, Cristina Kirchner deberá elegir entre Daniel Filmus, Amado
Boudou o Carlos Tomada. Los tres hicieron un patético acto conjunto de
cierre de campaña, en el que terminaron confiando en el dedo
presidencial. ¿No había prometido Cristina que su misión como
presidenta era transparentar las decisiones políticas y fortalecer a
los partidos? ¿No es ese método capitalino otro notable gesto político
de absolutismo? Mauricio Macri no fue muy distinto, pero nunca
prometió que cambiará el sistema partidario en el que prevalece su
voluntad.
Boudou expresa a una alianza que no existe: la de Cristina y Moyano,
el viejo padrino político del ministro, pero éste tiene la simpatía
presidencial. Filmus representa al más cabal progresismo cristinista,
aunque Cristina no le tiene mucho cariño al senador. Tomada es la
expresión del peronismo y el sindicalismo clásicos. Su problema son
las encuestas, que lo tratan mal.
La Capital es el primero de sus desafíos, pero no el más grave. Las
otras decisiones por venir (su destino y el de Moyano) la colocaron,
en cambio, en ese mundo inseguro, incómodo, ya evidente, que ella
habita.