El cálido otoño neoyorquino provocó una especie de vahídos intelectuales y políticos en el matrimonio presidencial argentino. Durante la semana anual de vacaciones que los Kirchner se toman en la capital financiera de los Estados Unidos (ninguna otra delegación vive siete días en Nueva York para participar de la Asamblea de las Naciones Unidas), han tocado la melodía de la ortodoxia con tanto placer como el de la apostasía y han intentado seducir con la misma vocación con que espantaron a sus oyentes.
La Presidenta tuvo casi el vuelo de una poetisa monótona cuando maltrató al sistema económico y político de los Estados Unidos. No dejó pasar un día sin contarnos sus críticas a Washington y al capitalismo. Pero por momentos abandonó la poesía y se dedicó a la contabilidad. Fue entonces cuando anunció el comienzo de una negociación para sacar del default a los holdouts . ¿Qué sucedió para que convivieran en el tiempo posiciones tan diferentes? Dicho sin tantas vueltas: influyó, sobre todo, el temor a otro default argentino. Un default que seguramente no hubiera sido festivo y hasta ni siquiera declamado, pero que hubiera obligado a renegociar los vencimientos de los próximos años.
Una posible oferta al Club de París y a los holdouts se venía analizando desde enero entre Olivos y la Casa Rosada. Eran reflexiones políticas más que económicas y financieras. Sin embargo, el tiempo político cambió de ritmo el 17 de julio, el día en que Julio Cobos desempató en el conflicto con el campo. Fue directamente un derrumbe , aceptaron cerca de los Kirchner.
El otro derrumbe se los propinó Hugo Chávez con sus elevadas tasas de interés sobre bonos argentinos de los que se desprendió en el acto. Una mezcla de dos paridades cambiarias distintas en Caracas convirtió a los bonos argentinos en presa de especuladores bursátiles tan voraces como los financistas de Wall Street. De todos modos, la debilidad política de los Kirchner y la comprobación de que ya no quedaban prestamistas alternativos los apuraron a anunciar la eventual salida del viejo default. Los asustaba la perspectiva de uno nuevo.
Sectores de la administración creen ahora que la solución para el Club de París fue una sobreactuación innecesaria. Suponen que con un pago de 1000 o 2000 mil millones de dólares se probaría la buena voluntad. Debería negociarse el resto de la deuda. No es aconsejable sacar ahora 7000 millones de dólares de las reservas , señaló un alto funcionario del Gobierno. El anuncio sobre el Club de París se hizo una semana antes del primer gran salvataje de Bush a dos gigantes inmobiliarios, y diez días antes de la imponente caída de Lehman Brothers. Un mundo, que ya no era amable en el momento de aquellos anuncios, se metió luego en el ojo del huracán; todavía está ahí.
Sea como fuere, ambos anuncios fueron bien recibidos, pero luego sucedió una novedad contradictoria: Las mediciones del Indec son perfectas , recalcó la Presidenta. Ese gesto de aislamiento social (Cristina no va a un supermercado desde hace casi 20 años) le fue reprochado hasta por el Banco Mundial. La inflación ha cedido en las últimas semanas, aseguran los economistas más serios, pero no por las buenas razones, como hubiera ocurrido con un plan antiinflacionario. Sucedió, en cambio, que la sociedad y los empresarios le perdieron la confianza a la economía. Economía y política carecen ahora de confianza.
A todo esto, ¿por qué Cristina Kirchner se fue a Nueva York para hacer ese anuncio sobre una decisión soberana? ¿Para qué, en última instancia, si los bonistas están desperdigados por todo el mundo, sobre todo en Italia? ¿Por qué no lo hizo desde el país que gobierna? Quería enamorar a Wall Street , se sinceró un interlocutor frecuente de la Presidenta. Si fue así, la estrategia chocó en el acto con una mandataria dispuesta a reprender a Wall Street por sus recetas económicas de los años 90. Así, es mejor no hacer nada: si todos los males vienen de afuera, los gobernantes locales quedan exculpados y el inasible destino se convierte en un árbitro definitivo.
Las fórmulas de los 90, incluido el denostado Consenso de Washington, se aplicaron durante la gestión presidencial de Bill Clinton. Los dos Kirchner han dicho, siempre en reserva, que Clinton fue el mejor presidente norteamericano desde Kennedy . Clinton es, además, el referente más importante del partido al que pertenece Barack Obama, el candidato que entibia ahora el corazón de los Kirchner. Bush no es presidente desde siempre, pero Bush es la razón del rencor kirchnerista. Ya venían mal con él, pero la valija de Antonini Wilson empeoró todo.
Néstor Kirchner acudió en defensa implícita de su amigo Hugo Chávez cuando lo encaró de mala manera a Tom Shannon, el más importante funcionario de Washington para América latina. Si el caso de la valija de Antonini Wilson fue una "operación del gobierno" de Bush, como Kirchner le reprochó a Shannon, entonces son inocentes tanto el ex presidente argentino como el actual mandamás venezolano. Los diplomáticos norteamericanos venían satisfechos con el silencio kirchnerista sobre Miami. Pero Kirchner no pudo con su genio y lo tomó de las solapas a Shannon antes de meterse en el avión de regreso.
Shannon fue el funcionario del Departamento de Estado que más hizo para evitar el juicio de Miami, pero no pudo convencer a un venezolano de que se declarara culpable. El juicio, entonces, era inevitable. Shannon debe de estar preguntándose ahora si vale la pena hacerles un favor a los Kirchner.
A Rodríguez Zapatero le pasó lo mismo. La paciencia de ese hombre es infinita , deslizó un funcionario que siguió de cerca toda la relación con España. Julio De Vido se apresuró a resolver algunos viejos problemas de las empresas españolas en la Argentina, como quien intenta reducir el impacto de la estatización de Aerolíneas Argentinas. Pero es muy probable que la compra de la compañía aérea termine mal. Los Kirchner no están en condiciones políticas ahora de pagar un solo dólar por esa empresa.
Confundiendo siempre su corazón con el corazón del pueblo , el matrimonio presidencial ordenó la embestida final contra los propietarios de Aerolíneas Argentinas con la intención política de dejar atrás el combate perdido con el campo. Así lo aseguran quienes conocen los sótanos del poder argentino y así lo interpretaron en Madrid. Faltaba una prueba. Se las dio el polémico Ricardo Jaime: Con Aerolíneas Argentinas reconstruí la mayoría perdida en el Congreso , se pavonea ahora ante sus interlocutores.
Antes, desde el propio oficialismo cerril habían salido expresiones xenófobas contra los inversores españoles en la Argentina y la propia Presidenta maltrató en público al Banco de España. La paciencia de Rodríguez Zapatero es larga, pero no es infinita, como supone aquel funcionario.
Cristina dio en Nueva York sus habituales cátedras de profesora implacable sobre el capitalismo ético . Aquí se conocía en esas horas que ella, su esposo, sus hijos y el contador de la familia habían creado una empresa de consultoría empresaria. Néstor Kirchner venía insistiendo en eso desde enero último, cuando se quedó sin trabajo. Asesorar a empresas desde la Presidencia de la Nación se califica, en el mundo que Cristina aplazó sin piedad, como venta de información privilegiada o como tráfico de influencias. Ambas cosas son delitos graves.