Joaquín Morales Solá Cobos, víctima y victimario de Kirchner
Política

Joaquín Morales Solá Cobos, víctima y victimario de Kirchner


Julio Cobos tiene un proyecto y dos problemas. Muchos peronistas y no peronistas creen que será el próximo presidente elegido de la Argentina. Ese es su proyecto. Sin embargo, lo persiguen las limitaciones de su cargo vicepresidencial y la decisión del gobierno kirchnerista de ir ahora por su cabeza hasta cortarla. Esos son sus problemas.

El jueves último provocó un hecho institucional tan importante como su famoso desempate de hace más de un año, cuando empujó al Gobierno hacia la irreversible derrota en el conflicto con los ruralistas. Ahora juntó a casi todos los opositores al kirchnerismo ?peronistas y no peronistas? para anticiparle al Gobierno que ellos rechazarán el proyecto oficial de ley de radiodifusión. Fue la primera vez desde el 28 de junio pasado que la oposición mostraba una estrategia frente al dominante kirchnerismo y exhibía una voluntad de poder.

Aníbal Fernández y Alberto Balestrini son bonaerenses, pero no tienen muchas cosas más en común. Salvo una: ambos dicen en público las ideas que Néstor Kirchner quisiera transmitir él mismo. Balestrini, vicegobernador de Buenos Aires, cuenta, incluso, con el antecedente de haberse negado ante Kirchner algunas veces, pocas, a defender lo indefendible. Fernández y Balestrini andaban el viernes a los codazos para ser primeros en el reclamo público a Cobos para que renunciara al cargo de vicepresidente. Cobos debería entender ese mensaje en su real dimensión: eran los Kirchner quienes le estaban pidiendo que abandonara el segundo cargo importante de la República.

Cobos es una especie de Buda cuyano. Resiste sentado, aunque nadie le niega a estas alturas un buen nivel de inteligencia política. Su receta electoral es muy simple: está decidido a hacer y ser todo lo contrario de lo que hace y es Néstor Kirchner. ¿Qué mejor fórmula de promoción cuando a quien enfrenta está cayendo por el despeñadero del descrédito popular y la finitud política?

Si Kirchner ya conspiró contra Carlos Reutemann y contra un importante grupo periodístico argentino, ¿cómo podía suponer Cobos que justo él, el más taquillero de los antikirchneristas, saldría indemne de la furia oficialista? Los días que vienen serán los días de la guerra de los Kirchner contra Cobos , pronostica un alto funcionario. Kirchner sueña despierto con un juicio político contra Cobos, rápido y mortal como una guillotina. Cobos responde como una víctima cerca del degolladero. Es lo que necesita para seguir creciendo.

La reunión del jueves pasado se había pensado primero como una cumbre de presidenciables; estarían sólo Cobos, Reutemann y Mauricio Macri. Los tres jurarían combatir aquel proyecto de ley o, en todo caso, cambiarlo cuando alguno de ellos acceda al poder presidencial. Francisco de Narváez propuso después una reunión más amplia que la de supuestos presidenciables. Se sumaron, así, el propio De Narváez, los líderes radicales del Congreso y referentes importantes del macrismo y del propio cobismo.

Todos firmaron un pedido de audiencia a Cobos; el vicepresidente tiene las espaldas bien cubiertas. En la formalidad de las cosas, sólo recibió y no promovió. Esa reunión fue como una misa pagana oficiada por pecadores: hicieron traer una Constitución y la leyeron para descubrir hasta dónde el proyecto oficial es anticonstitucional.

Reutemann se comprometió a ir delante del propio Cobos, en una reunión tempranera entre ellos, pero al final no fue. Reutemann pensó, tal vez, que le estaban adelantando los tiempos de su incierta carrera presidencial. Dejó testimonio, de todos modos, de que hará con el proyecto de ley de radiodifusión lo mismo que harán los otros. Esquivó la foto, solamente. ¿Acaso tampoco quiso contribuir a una supuesta escenografía ventajosa para el vicepresidente? Quizás.

Cobos habla y se mueve como candidato presidencial, aunque no lo dirá por el momento. Hace política todas las horas en que no duerme. Recibe a radicales (viejos y nuevos), a socialistas y a macristas; intercambia estrategias con De Narváez y permuta mensajes con Eduardo Duhalde; toma café con Reutemann y les pone los oídos a los consejos de peronistas y no peronistas afligidos por ayudarlo. Algunos peronistas le sugieren que sería mejor que él tejiera con ellos (o con algunos de ellos) una alianza electoral para asegurar la gobernabilidad futura.

Cobos prefiere, por ahora, retener una frase de Duhalde que lo conmovió. El peronismo debe sacarse el estigma de que gobierna o no deja gobernar , dijo el ex presidente cuando comenzó a bosquejar eventuales pactos argentinos similares a los de La Moncloa. Duhalde cree, al revés de sus otros conmilitones, que el peronismo y el radicalismo pueden hacer alianzas separadas, pero que jamás deben mezclarse para no terminar derribando el bipartidismo. Cobos vacila; sólo habla de la necesidad de amplios acuerdos, pero nunca dice con quién o con quiénes, o si serán acuerdos electorales o sólo políticos.

Ninguno, si sus amigos ni sus adversarios, están ya en condiciones de negarle al vicepresidente capacidad de decisión. Quebró el radicalismo en su momento; rompió con el que era su gobierno en otro instante clave de su vida política, y no hace mucho se alejó otra vez de los dos. Fue cuando decidió solidarizarse públicamente con De Narváez, en medio de la campaña electoral y cuando ese acercamiento no le convenía al Gobierno ni al radicalismo. Cobos es así.

Su irremediable adversaria es Elisa Carrió. Tienen dos estilos absolutamente opuestos: Cobos es en el escenario político como una orquesta tocando música de cámara; Carrió se parece siempre, en cambio, a una heroína dramática en el final de una ópera. Carrió, que no estuvo en la reunión con Cobos, venía conversando con De Narváez la votación común en la Cámara de Diputados. Esta vez ni siquiera la forzaron a decir que no; la jefa de la Coalición Cívica se enteró por televisión de aquella cumbre en lo de Cobos.

Por todo eso, y por otras razones menos estéticas o presenciales, Cobos y Carrió serán candidatos presidenciales en las próximas elecciones por la primera magistratura. El Acuerdo Cívico y Social dejó de ser lo que fue el día en que Carrió anunció que no votaría por Cobos ni en un ballotage. Carrió, jugadora frontal y definitiva, descree del don de Cobos para hacer juegos de cintura mientras avanza en su incesante carrera.

Kirchner, Macri y tal vez Reutemann también lo esperan a Cobos para el combate final. Sólo es previsible que Reutemann opte por un paso al costado si intuyera una sobrepoblación de candidatos presidenciales; él nunca se imaginó como uno más en un cuadrilla de ansiosos por el poder. Macri lo quiere ver a Reutemann fuera de la competencia para arrebatarle al senador santafecino la voluntad de muchos peronistas que andan a la deriva. Entre todos ellos, Kirchner es el único competidor sin reglas del juego (o el único jugador que fija él mismo las reglas del juego y después las cambia) que tiene Cobos.

¿Kirchner peleará con Cobos como pelea por la ley de radiodifusión? En ese caso, aquellos peronistas y no peronistas podrían tener razón: Cobos será el próximo presidente elegido del país. La infinita capacidad de cometer errores del ex presidente lo ha dejado débil en el trámite de su proyecto audiovisual (que ya era débil por su contenido, sobre todo) y podría fortalecer a Cobos hasta hacerlo imbatible. Basta ver lo que sucedió luego del multitudinario allanamiento a Clarín por parte de inspectores impositivos para advertir que no hay mejor enemigo de Kirchner que el propio Kirchner.

Varios legisladores aliados del kirchnerismo tomaron distancia en el acto del Gobierno. La hemorragia fue tan grave que la Presidenta se apresuró a anunciar el largamente ninguneado proyecto para despenalizar los delitos de calumnias e injurias. Fue una confesión implícita de culpabilidad, más creíble que la inverosímil visión conspirativa de Aníbal Fernández. Si 200 inspectores calificados se movilizaron contra un diario y no se enteró antes el jefe de los inspectores ni nadie del Gobierno, entonces cualquier discusión ya es innecesaria. Estaríamos, en tal caso, ante la desaparición del Estado. Y de nada sirve discutir sobre ficciones.

Aquellos dos problemas de Cobos están sin resolver. Pero tiene, además, un tercero, al que le teme más que a cualquier otro. ¿Qué debería hacer él si los Kirchner decidieran, ante un giro adverso de sus intereses políticos, dejar el poder? ¿Debería renunciar en el acto para ser candidato? ¿O debería asumir la presidencia, convocar a elecciones anticipadas y renunciar luego para participar de la contienda?

No hay respuestas, pero ya el solo debate sobre esas posibilidades, que existe, indica el grado de desconfianza en el que se mueve la política argentina en el decurso de días inconcebibles.





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