El ex presidente y la lucha por el poder antes de las elecciones Por Mariano Grondona
Política

El ex presidente y la lucha por el poder antes de las elecciones Por Mariano Grondona


La lucha por el poder, que concentrará la energía política de los
argentinos durante los próximos dieciocho meses, discurre por dos
carriles diferentes. Uno de ellos culminará el último domingo de
octubre de 2011, cuando los ciudadanos elijan al nuevo presidente.
Este es el carril republicano que siguen todos los opositores, cuales
fueran sus matices ideológicos, en concordancia con el calendario
fijado por la Constitución. Pero hay otro carril, que llamaríamos
despótico , a través del cual Néstor Kirchner espera sumar de aquí a
octubre de 2011 tanto poder como el que sea necesario para condicionar
en su favor la voluntad de millones de argentinos hasta el punto de
que las elecciones de octubre lleguen a ser un mero trámite destinado
a confirmar y prolongar su poder, como él mismo lo dijo, "hasta el año
2020".
Es como si el Gobierno y sus opositores practicaran dos deportes
diferentes. Llevados por el pausado calendario constitucional, los
adversarios del Gobierno esperan que la palabra decisiva la tenga
finalmente el pueblo, confiando además en que, cuando se pronuncien en
octubre de 2011, los ciudadanos reiteren la opción del 28 de junio de
2009. Este es el "deporte republicano" de los opositores. El "deporte
despótico" al que juega Kirchner podría culminar en cambio antes de
las elecciones para que, cuando llegue la fecha tenida por decisiva
por los opositores, la concentración del poder en manos del ex
presidente sea tan fuerte, tan abarcadora, tan llena de sorpresas y de
trampas que ya no pueda hablarse de elecciones verdaderamente libres y
abiertas en octubre de 2011.
¿Por qué decimos, por otra parte, que el carril que sigue Kirchner en
su lucha por el poder no es "republicano" sino "despótico"? El origen
etimológico de la palabra "déspota" es la voz indoeuropea poti , que
significa "poder instintivo y sin límites", como, por ejemplo, el del
padrillo sobre su manada. Si la búsqueda del poder por parte del ex
presidente fuera "republicana", ahora lo veríamos sujeto, como sus
opositores, al ritmo ordenado del calendario constitucional. Pero éste
no es el caso. Como lo ha demostrado antes y lo sigue demostrando
ahora, Kirchner busca "todo el poder por todo el tiempo". Este
concepto está reñido con la práctica democrática. Para él, lo mismo
que para Chávez, la democracia es apenas un sistema tan frágil, que
ofrece a sus enemigos la oportunidad de desvirtuarla. Este es el
carril alternativo, el "otro carril", que se cruza con el carril
republicano al que adhieren aquellos que todavía esperan derrotar a
Kirchner en 2011.
En la madrugada
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Francia y sus aliados
confiaban en contener las divisiones acorazadas de Hitler detrás de la
famosa y formidable línea Maginot. Pero no la montaron en la frontera
con Bélgica porque este desafortunado reino había declarado
solemnemente su neutralidad. ¿Qué hizo entonces el dictador nazi?
"Madrugó" a los franceses, invadiéndolos y derrotándolos a través de
la incauta Bélgica. Después de las elecciones del 28 de junio, la
oposición construyó, entre nosotros, su propia "línea Maginot" en el
Congreso. Confió entonces en constituir pausadamente, por ejemplo, un
nuevo Consejo de la Magistratura, para proteger la independencia de
los jueces. Pero he aquí que, mientras el kirchnerismo se dedicaba a
neutralizar a la mayoría opositora hasta lograr una suerte de "empate"
en el Congreso, Kirchner presionaba o tentaba a determinados jueces
como, por ejemplo, Norberto Oyarbide para acosar con la ley o sin ella
a Mauricio Macri, uno de sus principales rivales, y hasta para tratar
de encarcelar al demonizado Martínez de Hoz, pese a su grave estado de
salud y sus 84 años.
¿De qué sirve entonces la tímida "linea Maginot" de los opositores
frente a las divisiones acorazadas del kirchnerismo? Mientras aquellos
que desafían a Kirchner pretenden desplazarlo respetando los límites
del Estado de Derecho, éste se moviliza según la nuda lógica del poder
sin reglas. Hay 800 detenidos en la Argentina actual, a veces por
años, sin una sentencia que lo justifique, en nombre del instituto de
la "prisión preventiva" del cual abusan algunos jueces temerosos de la
furia kirchnerista o cooptados por la tristemente famosa "caja". Ahora
Oyarbide tiene en sus manos la suerte institucional del propio Macri,
quien podría ser procesado y hasta encarcelado sin otra justificación
real que la voluntad del ex presidente, cuya meta no es respetar la
ley, sino aprovecharla sea por derecha o por izquierda en el curso de
su combate por el poder total, que es el único combate que en realidad
le interesa.
Algunos se preguntaban por otra parte para qué querría Kirchner poseer
ese sello de goma que es la Unión Suramericana de Naciones (Unasur),
habida cuenta de que a nada menos que a tres presidentes -Uribe de
Colombia, Alan García de Perú y Mujica de Uruguay- no los atraía. Pero
ante el hecho de que, al fin, los doce presidentes de la Unasur lo
votaron después de arduas insistencias y negociaciones, si se miran
las cosas desde su estrategia global para retener el poder, hoy
resulta claro que, gracias a su inesperado nombramiento, aunque sea
meramente formal, Kirchner ha obtenido una consagración simbólica que
podría promover su alicaído prestigio ante los propios argentinos.
Entre dos refranes
Son numerosos los episodios que podríamos mencionar para ilustrar el
descarnado "realismo" del ex presidente. Cuando el Congreso se
movilizó para aprobar la nueva ley del cheque, por ejemplo, la
oposición confiaba en liberar a los gobernadores de la discrecional
"caja" kirchnerista. Pero, después de las consiguientes presiones,
nada menos que catorce de ellos llegaron hasta a renunciar al digno
beneficio que la nueva ley les ofrecía para continuar humillándose
ante un poder insaciable. A esto habría que agregar la intención de
Kirchner de tentar a las fuerzas peronistas que se le oponen hacia una
elección interna dentro del Partido Justicialista. Pero el aparato de
este partido hasta ahora mayoritario sigue en manos del oficialismo.
¿Qué pasaría entonces si, con la ayuda inestimable del "aparato",
Kirchner resultara ser al fin el candidato oficial del justicialismo
en las próximas elecciones? ¿Cuántos votos podría sumar en tal caso al
menguado apoyo que hoy le asignan las encuestas? Mientras Felipe Solá
ha declarado que, desconfiando del "aparato", irá contra Kirchner "por
afuera" del partido justicialista oficial, otros dirigentes tan
importantes como Eduardo Duhalde y Francisco de Narváez todavía
piensan en ir "por adentro" para desafiarlo. Se preguntará el lector,
¿y los radicales? ¿No corren ellos, a su vez, el peligro de dividirse
por tres, entre Julio Cobos, Ricardo Alfonsín y lo que aún queda de la
legendaria Coordinadora?
Dos refranes se oponen entre sí, como pasa con todos los refranes,
ante la pregunta por el futuro del poder en la Argentina. Según uno de
ellos, "al que madruga, Dios lo ayuda". ¿Bendecirá en nuestro caso
este refrán al "Kirchner madrugador", que una y otra vez se adelanta a
sus opositores mediante iniciativas transgresoras? ¿O se aplicará en
cambio, contra él, esa otra versión del mismo refrán según la cual "no
por mucho madrugar amanece más temprano", porque ya el pueblo le bajó
el pulgar? Lo seguro es, en todo caso, que aquello que está en juego
entre la audacia de un Kirchner empeñado en obtener el poder total y
la resistencia por ahora dispersa que le ofrecen sus opositores no es
otra cosa que el futuro de la democracia.



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