El lunes último LA NACION publicó un artículo de Beatriz Sarlo
titulado "Los gurúes de los Kirchner", gracias al cual es posible
descifrar la ideología del matrimonio gobernante. Para desnudarla,
Sarlo presentó en su artículo las ideas de esa otra pareja matrimonial
que forman Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, cuya influencia sobre el
matrimonio Kirchner, a estas alturas de los acontecimientos, ya
resulta innegable. Los profesores Laclau y Mouffe han escrito varios
libros inspirados en Carl Schmitt (1888-1985), un pensador alemán que
algunos consideran "maldito" no sólo porque fue de extrema derecha
sino también porque se acercó peligrosamente al nazismo en los años
treinta. La tesis central de Schmitt es que la vida política, lejos de
albergar el diálogo y la convivencia democrática, profundiza la
relación amigo-enemigo a un punto tal que lo único que cuenta en ella
es vencer si no se quiere ser vencido, es someter para no ser
sometido.
Pero Laclau-Mouffe sostienen por su parte que la relación
amigo-enemigo que Schmitt descubrió se puede visualizar ya no desde la
derecha, como éste lo hizo, sino desde la izquierda, dando lugar de
este modo a un populismo autoritario . Podría criticarse a Laclau y
Mouffe porque su pensamiento no es brillante y copioso como el de
Schmitt sino de escaso calado intelectual, pero el hecho es que,
gracias a ellos, líderes pretendidamente mesiánicos como Hugo Chávez y
los Kirchner pueden soslayar los sentimientos destructivos que en
realidad los mueven para convencerse de que han emprendido un combate
épico, heroico, precisamente "contra" la derecha. Para apoyar esta
visión, podría acudirse aquí a otro pensador que, como Schmitt, fue
originalmente de derecha pero que también podría ser interpretado en
forma "reversible", en beneficio de la izquierda. Se trata del
italiano Wilfredo Pareto (1848-1923), quien llamó racionalizaciones a
las transmutaciones intelectuales gracias a las cuales un sentimiento
negativo e inconfesable, como por ejemplo el odio, puede ser
coloreado, disfrazado, mediante argumentos supuestamente científicos.
Palabras más o menos, esto es a lo que Carlos Marx (1818-1883) llamaba
"ideología", imputándosela al liberalismo. Lo que han logrado hacer
Laclau y Mouffe, en suma, es proveer a los Kirchner de una ideología a
la que éstos llaman, simplificándola con un orgullo no disimulado, "el
modelo".
Bonafini a escena
Al revés que Laclau y Mouffe, Hebe de Bonafini no es una intelectual
sino una militante. Al insultar groseramente a la Corte Suprema y al
proponer la toma de los tribunales de justicia como lo hizo en el acto
público del último martes, Bonafini vino a reforzar desde otro ángulo
la ofensiva del populismo autoritario. Lejos de suscitar la condena
del kirchnerismo oficial, empero, la diatriba de Bonafini fue
acompañada con fervor por funcionarios cercanos al matrimonio del
poder como Gabriel Mariotto, el presidente de la Autoridad Federal de
Servicios de Comunicación Audiovisual (ex Comfer), pese a que él
proclama reiteradamente su adhesión al supuesto pluralismo de la nueva
ley de medios. Y fue así como de un lado y del otro, como si fuera por
un movimiento de pinzas de la artillería intelectual y la infantería
callejera, los representantes del populismo autoritario se han sumado
al combate que animan los Kirchner en el interior de nuestra república
democrática y, en resumidas cuentas, contra ella.
Al concentrar de este modo las fuerzas que le van quedando contra la
oposición democrática vasta pero aún no articulada, los Kirchner ganan
impulso pero a un alto precio. No debe asombrar por ello que, en los
márgenes del propio kirchnerismo, algunos de sus aliados empiecen a
dudar. ¿Habría que incluir entre los que ahora dudan a Daniel Scioli,
cada vez menos presente en los actos públicos del kirchnerismo, a los
intendentes del Gran Buenos Aires, a algunos voceros oficiales como el
jefe de la bancada del Senado, Miguel Angel Pichetto, y hasta a
algunos representantes de Carta Abierta? ¿Habría que sumar también a
aquellos gobernadores, oficialistas o no oficialistas, que ya piensan
en desdoblar las elecciones de 2011 para que en ellas el pueblo pueda
votar dos veces, una en el plano nacional y otras en los planos
provinciales, con el objeto de no cargar con la mochila kirchnerista?
En la compleja lista de las "elecciones desdobladas" podrían figurar
nada menos que Santa Fe, Córdoba, Salta, Chaco, Tucumán, Entre Ríos,
Tierra del Fuego, Catamarca, Chubut, San Luis, la Capital Federal,
Neuquén, Mendoza y quizás otras provincias.
¿"Partido" o "secta"?
Los partidos, al menos en teoría, tienden a sumar, a diluir las
fronteras ideológicas para ampliar de este modo su alcance electoral.
¿Pero existe hoy, todavía, un verdadero partido kirchnerista? ¿O la
campaña que están practicando los Kirchner a costa de esta concepción
"partidaria" tiende a reducir a sus seguidores a una secta ? El
vocablo "secta" está ligado a los verbos "segar", "cortar", "practicar
secesión". El "sectario", según estas acepciones, es aquel que corta y
separa a sus seguidores de los demás ciudadanos. Al obrar de este
modo, el sectario gana en intensidad lo que pierde en amplitud. Como
hemos visto, al exigir a sus seguidores una disciplina cada día más
estricta, los Kirchner los están reduciendo a una minoría que gana en
consistencia lo que pierde en convocatoria. Pero la democracia, cuyo
dogma irrenunciable es el principio mayoritario que abre las puertas
al poder popular, es sencillamente incompatible con el sectarismo.
Que los Kirchner caminan hacia esta anemia popular resulta evidente
cuando la Presidenta, quizás el miembro más militante de la pareja,
descarta de un golpe a la entera clase media por despreciar a sus
"morochos", privándose así de esa mayoría sin la cual en 2011 no
podría ganar. Hay quienes temen que esta visión cada vez más
"sectaria" sea el anticipo de una ofensiva a cuya cabeza podrían
figurar adalides de la "acción directa", como los piqueteros de Luis
D´Elía y Milagros Sala y al margen de la cual podrían quedar, además,
los vencedores en las recientes elecciones de la CTA, así como los
jueces y los abogados que también le han dicho que no a la secta
oficial.
La expresión militante confirma aquí la estrechez de miras que hoy
tienta al kirchnerismo. Los Kirchner se autodefinen como "militantes".
Pero esta expresión no tiene resonancias partidarias porque aquellos
que "militan", en vez de hacer política se ven a sí mismos como
integrantes de una "milicia" expresiva de una concepción bélica,
militar, de la política. ¿Pensarán entonces los Kirchner que su lucha
por retener el poder debería llevarlos, más que a sumar fuerzas en
principio diversas como hacen los demás políticos, a excitar al
extremo el fanatismo de sus seguidores detrás de consignas que
predican, más que el amor a las huidizas mayorías propio de las
democracias, la hostilidad hacia todos aquellos a los que, más que
como "competidores, ven como "enemigos"? La voz "fanático" proviene de
la raíz etimológica fan , que quiere decir "del templo" y consiste en
proyectar "fuera" del templo las actitudes absolutas, en blanco y
negro, que sólo se justifican "dentro" del templo. El fanatismo anima
a la militancia. En lugar del diálogo, predica una confrontación
preñada de violencia. ¿Es éste el horizonte ideológico que atrae a
Laclau y a Mouffet, a Bonafini y a los Kirchner, así como sedujo a los
Montoneros que el viejo Perón, hace cuarenta años, echó de la Plaza?