LA NACION
Toda competencia deportiva incluye, además de los jugadores, un árbitro independiente cuya misión es asegurar el cumplimiento de las reglas del juego establecidas antes de que los jugadores salgan a la cancha. Estos mismos principios rigen para las competencias electorales de la democracia, en las que los "jugadores" son los candidatos que aspiran a obtener el favor de la ciudadanía también bajo la vigilancia de jueces imparciales cuyo cometido es garantizar el cumplimiento de las reglas de este otro "juego", escritas en la Constitución y en las leyes antes de que esos "jugadores" se internen en la campaña electoral. Cuando estos principios no se aplican en el deporte, decimos que hay "trampa". Cuando no se aplican en las elecciones, decimos que hay "fraude". El fraude desnaturaliza a la democracia porque anula su fundamento filosófico: la soberanía popular .
Estas consideraciones generales nos llevan a una pregunta inquietante: al manipular reiteradamentes las reglas destinadas a presidir el pronunciamiento popular del 28 de junio, el ex presidente "en ejercicio" Néstor Kirchner, ¿no está cometiendo fraude? Su "fraude", si lo hay, se da en todo caso en frenéticas etapas. Empezó por adelantar en cuatro meses la fecha de las elecciones originalmente previstas para el último domingo de octubre mediante una ley, que acaba de ser alterada por el oficialismo sin procurar siquiera el consenso de los demás "jugadores". Los voceros oficiales pretendieron ampararse en el argumento de que este adelantamiento que los adeptos de Kirchner votaron en el Congreso pese al rechazo de la oposición es una nueva norma en cierto modo "neutra" porque podría beneficiar a todos los que sepan aprovecharla, aunque también podría decirse que, al sorprender a sus rivales con esta súbita "innovación", el kirchnerismo los ha privado del tiempo necesario para prepararse.
Si alguna duda quedaba sobre la intención de Kirchner, fue disipada cuando el ex presidente "en ejercicio" decidió, esta vez ya no por ley sino por un decreto de necesidad y urgencia, completar el despojo que ya sufre el campo con las retenciones a la soja no sólo negándoselas a los productores, sino también atribuyéndoles el 30 por ciento de ellas a los intendentes y los gobernadores, que se vieron ante la necesidad de aceptar este inesperado "regalo" so pena de quedar desfinanciados.
Si esta segunda decisión daba curso a la sospecha de que Kirchner quiere inclinar la cancha en su favor el 28 de junio, cuando produjo la tercera, que es la propuesta de sumar a los gobernadores e intendentes que todavía son leales a sus propias listas de candidatos a senadores y diputados, dejando saber además que esos candidatos no ocuparán las bancas para las que sean posiblemente elegidos y se quedarán al contrario en las posiciones ejecutivas que ya poseen, el afán electoralista del oficialismo asumió para los opositores e incluso para algunos kirchneristas la forma de una verdadera "burla" a la ciudadanía, a la que se pretende convocar a votar por candidatos ilusorios.
Todo vale¿Ha cesado aquí, en cualquier caso, la ofensiva "innovadora" del oficialismo o, para el caso de que el temor de perder en junio lo siga acosando, Kirchner prepara en silencio nuevas violaciones de las reglas electorales que tratará de gestar cuando las crea necesarias para imponer su voluntad, como sea, en los comicios venideros? Esta es la pregunta que acaba de hacerse el analista Rosendo Fraga al notar que no estamos simplemente ante una, dos o tres violaciones del espíritu democrático sino más bien ante una "seguidilla" potencial de futuras violaciones que el presidente en ejercicio aún esconde en su galera. "Todo vale." Si uno de los jugadores de la competencia estuviera dispuesto, en una campaña signada por su desesperación de ganar o ganar de cualquier forma con tal de persistir en su obsesiva búsqueda de un poder sin límites y sin plazos, esta búsqueda estaría reñida con el juego limpio de la democracia. ¿Adónde podría detenerse Kirchner, si éste es su empeño no negociable?
O, más bien, ¿ quién podría detenerlo? Asoma acaso, en esta hora sombría para nuestras instituciones, alguna reacción efectiva contra la avidez kirchnerista? Si la oposición no consigue doblegarla en el Congreso, si la Justicia calla y si la diáspora de los propios kirchneristas no se acentúa hasta volverse irreversible, ¿quién podría contener al dictador en ciernes? Pese a todo, aún podría contenerlo el pueblo. ¿Existe la posibilidad de que, víctima de su ambición desmedida, Kirchner se esté "pasando"? Si así fuera, el rechazo a eso que en cualquier democracia "normal" resultaría, más que inadmisible, impensable, ¿podría movilizar también a los ciudadanos argentinos? Si así fuera, la desmesura kirchnerista en la hora actual podría convertirse en un bumerán en virtud del cual la voracidad del ex presidente en ejercicio terminaría por volverse contra sí misma. Esta perspectiva, ¿podría transformarse al fin en una luz, tímida ahora pero arrolladora al final, en el fondo del túnel que atraviesa nuestra democracia?
Chávez a la vistaSi bien Kirchner no es por cierto un doctrinario, una doctrina asoma por detrás de sus maniobras. Es la doctrina plebiscitaria de Hugo Chávez. En diciembre de 2007, el dictador venezolano le propuso al pueblo un plebiscito que, de triunfar, podría consagrarlo como un candidato presidencial indefinido al término de cada uno de sus períodos presidenciales. El pueblo, en esta ocasión, le dijo que no. ¿Bastó este pronunciamiento para detener su ambición? No, porque en febrero de este año Chávez, pese a haber sido derrotado catorce meses antes, reiteró su propuesta y esta vez ganó. Su actual período vence en 2013. Según el plebiscito que viene de ganar, Chávez podrá volver a presentarse en las elecciones de ese año y así sucesivamente, cada siete años.
Lo cual quiere decir que, volviendo a una metáfora deportiva, según Chávez sólo valen los goles en el arco de sus rivales pero no en su propio arco. Esta grosera distorsión no debe ocultarnos el hecho de que todo plebiscito en el que un mandatario propone al pueblo una única opción entre él y el caos es profundamente antidemocrático, porque anula la esencia misma de la democracia, ya que ésta trae consigo la posibilidad de que el pueblo elija entre "varias" alternativas, en un plano de igualdad entre los gobernantes y los opositores. Si la democracia no consiste en el derecho del pueblo de elegir entre dos o más candidatos, deja de ser.
Y esto es lo que en el fondo se está proponiendo Kirchner al apostar a todo o nada de cara al 28 de junio. Ya ha dejado trascender a través de uno de sus fieles voceros que, en el caso de perder, él y su esposa podrían renunciar. Es todo o nada. Es "sí" o "no". Pero la intención detrás del plebiscito de Chávez fue al menos transparente. Ahora que Kirchner optó por encerrar a sus propios seguidores en su lógica del "todo o nada", queda en claro que lo que busca es un plebiscito encubierto . Lo que se propone Kirchner, tras las huellas de Chávez, es en definitiva reemplazar la democracia representativa por una autocracia plebiscitaria negadora de la democracia. Lo que pasa es que el presidente venezolano marcha algunos pasos adelante del ex presidente en funciones argentino. Después de ganar en febrero, Chávez procedió a arrestar a sus principales opositores. ¿Qué es lo que medita Kirchner si llega a ganar su propia apuesta? Fuera de sus secretas elucubraciones, nadie puede anticiparlo.