Por siete años el kirchnerismo actuó con la certeza, confirmada por los hechos, de que dominaba las dos cámaras del Congreso. Pero fue ampliamente derrotado en las elecciones parlamentarias del 28 de junio, en una proporción de tres a uno. La nueva composición del Congreso dejó a los Kirchner en minoría. Cuando los opositores arrebataron su dominio al oficialismo y se quedaron con el control de las comisiones parlamentarias, se tuvo la impresión de que había nacido una nueva mayoría esta vez adversa al matrimonio presidencial. La inesperada "no votación" en el Senado del pliego enviado por el Poder Ejecutivo para confirmar el nombramiento de Mercedes Marcó del Pont como nueva presidenta del Banco Central no se tradujo empero esta semana en la victoria opositora que muchos esperaban, sino en un tembloroso "empate" debido a tres razones.
La primera de ellas es que el nuevo Congreso, por haber sido la renovación del 28 de junio apenas parcial, sólo traduce en forma incompleta la derrota electoral del Gobierno en aquel día, ya que todavía se sientan en sus bancas legisladores elegidos en 2005 y en 2007, en los tiempos idos del apogeo kirchnerista. Si la elección del 28 de junio hubiera sido "total" en vez de "parcial", hoy el nuevo Congreso arrinconaría implacablemente al Gobierno. Pero no fue así. Por eso, por el distorsionado calendario institucional que pese a ello todos acatamos, el nuevo Congreso está, para todos los efectos prácticos, "empatado". La segunda razón de este punto muerto es que la oposición, lejos de constituir un bloque monolítico, es multiforme y diversa. Como no hay una proporción cierta entre el kirchnerismo y el antikirchnerismo en los recintos parlamentarios, habrá que prepararse de ahora en adelante para una accidentada sucesión de inciertas batallas. La tercera razón tiene que ver con el hecho de que, en tanto que Kirchner es un halcón sin una sola pluma de paloma , que en cada ocasión apuesta a todo o nada, en la oposición conviven halcones y palomas sin que haya que omitir además el inquietante vuelo de algunas golondrinas migratorias que alimentan con sus giros la incertidumbre general. Parece oportuno explorar entonces esta metáfora, tomada del reino animal, de los halcones, las palomas y las golondrinas.
Las aves y sus vuelos
La bandada de las aves que siguen a Kirchner no está compuesta sólo por halcones. También la integran palomas como, por ejemplo, el vacilante senador Pampuro. Lo que ocurre es que Pampuro y otros como él que, por ser palomas, querrían llegar a un acuerdo de gobernabilidad con los opositores, no lo han logrado hasta ahora debido a que, justamente por ser palomas, ceden una y otra vez, aunque sea de mala gana, ante la imperiosa voz de mando del halcón oficial.
En la oposición conviven mientras tanto halcones definidos del antikirchnerismo como Elisa Carrió, para la cual el objetivo prioritario es derrotar a los Kirchner sí o sí en 2011, y palomas cuyo empeño principal ya no es sólo derrotarlos, sino también asegurar que el próximo gobierno, que ya no será kirchnerista, no reciba el país como una tierra arrasada, lo que dificultaría enormemente sus propias posibilidades de gestión. En esta otra bandada habría que incluir por lo pronto a los radicales, ya sea en su versión cobista o en su versión alfonsinista, cuyo lema podría describirse con la ayuda de la famosa frase que Mirabeau acuñó en los tiempos convulsionados de la Revolución Francesa cuando levantó la bandera de la moderación al decir que había que "superar la subitaneidad del tránsito" entre la monarquía absoluta de los Borbones y el intemperante impulso de los jacobinos, un noble anhelo que, al no prosperar, dejó en su lugar a la guillotina y las devastadoras guerras napoleónicas.
En cuanto al halcón Kirchner, esta semana confirmó su empeño "maximalista" al pronosticar públicamente su intención de perdurar en el poder hasta 2011 y hasta 2015, y de transmitir su poder sólo a partir de 2020, dejándolo en manos de un fiel sucesor. Aquí Kirchner repitió el método que había empleado en 2007, cuando aseguraba que a él lo sucedería un "pingüino" o una "pingüina" que al fin resultó ser su propia esposa. Este anuncio respondía al objetivo de anticipar que los Kirchner aspiran a quedarse sin término a la vista, sin respetar el límite de los cuatro años más otros cuatro de nuestra Constitución, un límite que por su parte han respetado Lula en Brasil y hasta el propio Uribe en Colombia, en su caso a instancias de una corte electoral. Cuando habla del año 2020, ¿en qué estará pensando entonces el halcón oficial? ¿Sólo en una secesión "política" de manos, digamos, de un Daniel Scioli, o en una sucesión "dinástica" que prolongue la continuación indefinida de la familia Kirchner en el poder, tal vez a través de su hijo militante Máximo, quien para aquella fecha tendrá 42 años en lugar de los 70 años de su padre?
Las oscuras golondrinas
La metáfora de los halcones y las palomas nos serviría también para adivinar los vuelos de Elisa Carrió y de Eduardo Duhalde. Carrió, por lo pronto, es sin duda un halcón en su insobornable oposición a la voracidad de los Kirchner. ¿También lo es, acaso, en su tensa relación con Cobos y con Duhalde? En cuanto a éste, cabe preguntarse ahora si, después de haber sido paloma al digitar al halcón Kirchner, no está iniciando un nuevo vuelo. Lo más adecuado sería tal vez decir que Duhalde es un ave singular que tiene alas de paloma y garras de halcón. Alas de paloma porque su designio estratégico, de largo plazo, es lograr un amplio acuerdo entre los partidos opositores para brindar al próximo gobierno, sea el que sea, el paraguas de un amplio consenso a la manera del que ahora preserva al nuevo presidente uruguayo, José Mujica, o incluso al que podría cubrir, inspirado por una terrible tragedia, al flamante presidente chileno, Sebastián Piñera. Pero garras de halcón porque el objetivo inmediato de Duhalde es nada menos que desalojar de la conducción justicialista a Néstor Kirchner.
Sólo nos queda ubicar en este cuadro a las inciertas golondrinas, cuyo primer ejemplo, que no será el único, ha vuelto a ser la senadora Latorre, quien por segunda vez ha conseguido "desentusiasmar" a otro presidenciable, el senador Reutemann. Los giros migratorios de Latorre, ¿han de ser imputados a un sincero cambio de convicción o, a la inversa, a los dictados inconfesables del oportunismo político? ¿Cuál es la presunción que deberíamos albergar respecto de su comportamiento? Los abogados solemos hablar de dos clases de presunciones: una de ellas, la presunción iuris et de iure , consiste en asignar al responsable de un acto una conducta determinada sin que se admita prueba en contrario. La presunción iuris tantum consiste a la inversa en atribuirle en principio una intención que el responsable podría desmentir luego, mediante pruebas fehacientes. La senadora Latorre y otras golondrinas como ella, ¿cargan entonces con una sospecha ilevantable de política acomodaticia, a la que avalarían los numerosos nombramientos de familiares en los que ya habría incurrido, o ella, al revés, no está mostrando un condenable oportunismo sino una digna independencia? No la condenemos, en todo caso, antes de juzgarla. Sepamos desde ahora, eso sí, que en los vuelos cruzados que estamos observando, las golondrinas no serán una minoría irrelevante porque, por haberse posado sobre el fiel de una delicada balanza, su inconsistencia parece destinada a formar parte de la rebelde realidad que en los próximos meses nos espera.