El Gobierno no dice nada. El vicepresidente no aclara ni desmiente ni
confirma. Un fiscal empezó a actuar, tarde y con el paso cansino. Una
de las más conocidas empresas de impresión de billetes cayó en poder
de un amigo de juergas juveniles del vicepresidente. Una mujer, en
proceso de divorcio de aquel amigo, lo acusa a éste de ser testaferro
del vicepresidente. Los diarios derraman información cotidiana sobre
el vínculo personal de Amado Boudou con los que controlan esa firma,
la ex Ciccone Calcográfica. No importa. Silencio.
¿No pasa nada, entonces? Ayer pasó algo. El gerente general del Banco
Central, Benigno Vélez, renunció a su cargo, uno de los más
importantes del sistema financiero y del equipo económico. Vélez es el
hombre en el que Boudou confió en el Banco Central, en sus tiempos de
ministro de Economía, para hacerle la vida imposible a la presidenta
de la institución, Mercedes Marcó del Pont. Vélez cumplió acabadamente
con la función que le encomendó su amigo ministro. Resulta, sin
embargo, que ahora Vélez firmó la autorización técnica para que
Ciccone se hiciera cargo de la impresión de billetes de 100 pesos al
precio de unos 50 millones de dólares.
El Banco Central dijo ayer, en un comunicado, que Vélez se fue porque
tiene otro destino en el Gobierno. Es improbable que exista otro lugar
de tanto brillo, vacante al menos, como la gerencia general del banco
que ejerce la autoridad monetaria del país. También puntualizó en ese
documento que la adjudicación para imprimir billetes es una facultad
del directorio y no del gerente general. Es una aseveración cierta,
pero hipócrita. El directorio adjudica luego de la aprobación de los
funcionarios del banco. Vélez había firmado la aprobación técnica.
Ningún directorio adjudica obras o compras en el vacío.
Boudou debería abstraerse de ese comunicado zalamero y formal. Su
situación se empieza a complicar. Marcó del Pont es una alumna dilecta
del poderoso Guillermo Moreno; tal vez se convirtió al morenismo más
por necesidad que por convicción. Perseguida y descalificada por
Boudou, no tuvo nunca más remedio que recostarse sobre alguien más
poderoso que Boudou. Sólo estaba Moreno, que viene acusando al
vicepresidente, en conversaciones con cualquier interlocutor, de tener
poca conciencia de los rigores de la moral pública. Lo vincula
frecuentemente con el banquero Jorge Brito y tiene, dice, buena
relación con la familia Eskenazi. Brito y los Eskenazi han pasado a
integrar desde hace poco tiempo el amplio paisaje de la demonología
kirchnerista. Fueron parte de los empresarios amigos hasta entonces.
En la dura interna del oficialismo, Moreno acaba de fulminar a otra
pieza de sus adversarios. Pero, ¿es sólo Moreno? Ni el secretario de
Comercio ni Marcó del Pont dispararían tan cerca del vicepresidente
sin el consentimiento de Cristina Kirchner. Boudou es, quiérase o no,
la segunda figura de la República por una decisión personal y
exclusiva de la Presidenta. Es verdad, por lo demás, que Boudou venía
siendo seriamente objetado por el círculo más íntimo de Cristina. Esto
es: por su hijo Máximo y por el secretario de Legal y Técnica, Carlos
Zannini. Nunca perdonaron la frivolidad manifiesta del vicepresidente
ni su predisposición a ostentar inexplicables riquezas.
La decisión no fue fácil. Quizá porque la desgracia de Boudou habla
mal también de la capacidad presidencial para elegir a sus
colaboradores. De hecho, el vicepresidente estuvo hasta hace poco
protegido por el manto de impunidad judicial y mediática que provee el
kirchnerismo a sus militantes. Un fiscal comenzó a averiguar si hay
algo de cierto en todo el asunto sólo 15 días después de que se
conocieron las primeras informaciones sobre la oscura propiedad de la
empresa Ciccone. Un adversario del Gobierno se hubiera visto frente a
tres fiscales con vocación de hurgar penalmente en el escándalo en
apenas 24 horas. El fiscal Carlos Rívolo fue instruido para moverse
por el juez Daniel Rafecas, luego de una perentoria presentación del
abogado Ricardo Monner Sans. Ningún fiscal actuó de oficio ni cumplió
con su deber.
NOVEDADES
Eso no fue una novedad. El gobierno kirchnerista se resistió siempre a
soltarles la mano a sus funcionarios más sospechados de prácticas
corruptas. ¿Cuánto tiempo soportó, por ejemplo, Ricardo Jaime? Una
novedad fue, en cambio, lo de ayer. Sólo hay dos alternativas para la
noticia de que un funcionario cercano a Boudou haya tenido que
renunciar: o el vicepresidente está políticamente peor de lo que
parece o el Gobierno considera que la situación del vicepresidente es
realmente comprometida. Es probable que se trate de una mezcla de las
dos cosas.
"La Presidenta no está bien con Boudou desde que se enteró de los
aumentos a los legisladores, que él promovió, y de los gastos que hizo
para destruir el histórico despacho de los vicepresidentes en el
Senado", dijo una fuente con acceso a la jefa del Gobierno. "Ni el
menemismo se atrevió a tanto con los sitios históricos", deslizó otro
funcionario. El problema de Boudou no es sólo Ciccone, aunque éste sea
el más grave y el más difícil de explicar. Su problema es que el caso
Ciccone agotó la paciencia del núcleo duro del kirchnerismo. El cargo
de Boudou es inamovible, salvo que mediara una renuncia o un juicio
político. Su situación debe analizarse, por lo tanto, por lo que
sucede con los funcionarios que él designó en la administración, que
sí pueden ser relevados.
Por otro lado, ¿cuánta paciencia se necesitaría para que ésta no se
agotara? Por denuncias menos probadas, Dilma Rousseff echó a varios
ministros de su gabinete. Por un caso infinitamente menor (haber
aceptado el regalo de unas vacaciones por parte de un empresario)
acaba de renunciar el presidente de Alemania.
Sin embargo, Boudou habría mantenido el favor oficial si su caso fuera
una decisión compartida por la aristocracia del kirchnerismo. No lo
es. Por lo que se sabe hasta ahora, Boudou abrió solo el tesoro oculto
de Ciccone y solo tomó del brazo a empresarios y banqueros que luego
cayeron bajo el odio implacable del kirchnerismo.
"TIENE QUE IMITAR AL EX PRESIDENTE ALEMÁN"
El diputado nacional Gerardo Milman, de GEN, sugirió ayer que el
vicepresidente Amado Boudou debería considerar la renuncia a raíz de
sus vínculos con los dueños de la ex Ciccone Calcográfica. "De
probarse la relación con todos estos señores que han tenido la rara
virtud de hacerse millonarios a través de contratos la mayoría de las
veces desventajosos para el Estado Nacional, el señor vicepresidente
de la Nación debería tomar el ejemplo del ex presidente de Alemania
que, ante las sospechas, renunció a su cargo para no comprometer el
honor de su propio país", expresó Milman en un comunicado..