En 1939, cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, la democrática Francia se había preparado para defenderse contra la Alemania totalitaria de Adolfo Hitler mediante la "Línea Maginot", un formidable sistema de fortificaciones que cubría enteramente la frontera franco-germana. Al oeste de esta línea se hallaba Bélgica, que se había declarado neutral. La Línea Maginot no protegía, por lo tanto, la frontera franco-belga.
¿Qué hizo entonces Hitler? Atacó a Francia a través de Bélgica. Agredida por la espalda, la Línea Maginot se desmoronó y Hitler entró en París, colocando al gobierno títere del mariscal Petain en lugar del gobierno de la Tercera República. La situación duró hasta el fin de la guerra, cuando los aliados invadieron el imperio nazi desde el Oeste, en las playas de Normandía, mientras los soviéticos hacían otro tanto desde el Este. La Segunda Guerra Mundial terminó en Europa con la ocupación soviética de Berlín y el suicidio de Hitler.
Me atrevo a suponer que, si le hubiera tocado comentar esta guerra como comentó las de su tiempo, Maquiavelo habría extraído de ella cuatro conclusiones: primero, que Hitler obtuvo la ventaja inicial de la sorpresa, ya que los franceses no esperaban que los atacara por la espalda; segundo, que logró esta ventaja mediante la violación del Derecho Internacional que garantizaba la neutralidad de Bélgica; tercero, que también favoreció a Hitler la debilidad intrínseca de Francia, que había llegado a la Segunda Guerra Mundial sin energía para pelear después de la terrible sangría de la Primera Guerra Mundial; cuarto, que las constantes violaciones del Derecho Internacional cometidas por Hitler, quien engañó sucesivamente a países como Austria, Checoeslovaquia, Polonia, Francia, Bélgica y la propia Unión Soviética, terminaron por poner en su contra a casi todo el mundo.
Quizá Maquiavelo habría concluido su análisis diciendo que Hitler fue un gran táctico , brillante en el corto plazo, pero un pésimo estratega , ignorante del largo plazo.
ComparacionesEsta historia, ¿es comparable a la "guerra política" que hoy libra Néstor Kirchner contra la oposición? Hay, por lo menos, sugestivas semejanzas.
La primera de ellas es que Kirchner ha logrado sorprender una y otra vez a sus opositores. Para no ir más atrás, basta recordar que hace pocos meses, cuando su famosa "caja" parecía vaciarse, sorprendió a todos apelando a los ahorros que habían acumulado los futuros jubilados en las AFJP. A esta primera sorpresa habría que sumar ahora una segunda, esta vez política antes que económica, cuando adelantó de golpe en cuatro meses, al 28 de junio, las elecciones legislativas que estaban previstas para el 25 de octubre, obligando de este modo a sus opositores a acortar peligrosamente los plazos "tranquilos" con los que contaban para preparar sus alianzas y sus medidas de control frente al adversario que los "madrugó".
Kirchner descolocó además tanto a los partidos opositores como al campo, en definitiva su principal contradictor, cuando anunció que redistribuiría el famoso 35 por ciento de las exportaciones agropecuarias, que ellos le reclamaban, entre gobernadores e intendentes a quienes de este modo condicionó, forzándolos a alinearse con él o, por lo menos, a poner en sordina sus cuestionamientos.
Kirchner puede pensar con cierto fundamento, pues, que en los últimos meses ha logrado sorprender a las fuerzas que se le oponen, recuperando de paso la iniciativa política, justamente cuando parecía estar contra las cuerdas.
Pero también el "ex presidente en ejercicio" (la frase es de Nelson Castro) consiguió este tipo de ventajas mediante la violación sistemática de las reglas de juego vigentes. En el caso de las AFJP desconoció, por lo pronto, el derecho constitucional de propiedad de los jubilados. En el caso del adelantamiento de las elecciones, alteró la ley del cronograma electoral que él mismo había contribuido a consagrar en 2004. En el caso del desvío de las retenciones desde el reclamo rural hacia los subsidios a gobernadores e intendentes mediante un decreto de necesidad y urgencia, ignoró la disposición constitucional que otorga al Congreso, pero no al Poder Ejecutivo, la facultad de regular los impuestos. Tres sorpresas, tres violaciones. No debería asombrarnos que hoy, por ello, muchos argentinos se sientan belgas.
Las comparaciones con lo que pasó en Europa se refuerzan cuando advertimos que, así como las "vivezas" de Hitler sorprendieron inicialmente a sus enemigos, las "vivezas" de Kirchner encuentran a sus opositores en un estado de debilidad similar al de los franceses en los años cuarenta.
No bien el ex presidente en ejercicio anunció que desviaría hacia gobernadores e intendentes las sumas que le reclamaba el campo, el intendente Fisher se convirtió en una digna y solitaria excepción frente a las manos que se abrieron por todas partes para recibir la dádiva. Es que entre los que se aprestaron a aceptar este subsidio a todas luces ilegal, no hubo sólo oficialistas sino también opositores, incluso en distritos que no producen un solo poroto de soja como Tierra del Fuego y la Capital Federal. ¿Puede encontrarse un ejemplo más rotundo ya no sólo de la debilidad sino también de la claudicación de casi toda la clase política argentina ante la perversa fascinación de la "caja" kirchnerista?
Algunos economistas como Roberto Cachanosky sostienen que el anuncio de estas inesperadas transferencias de la Nación a las provincias y a los municipios equivale, en términos reales a "la venta de un buzón" destinado a los ingenuos, pero lo más grave aquí es que Kirchner afecta de este modo la credibilidad de los políticos en general, destinando a los ciudadanos que votarán muy pronto este peligroso razonamiento: ante la "caja", somos todos iguales.
Las encuestas consignan hasta ahora el acentuado desprestigio del kirchnerismo. Pero también hay que reconocer que ellas no favorecen simétricamente por eso a las candidaturas alternativas que se le oponen. La Línea Maginot de nuestra oposición, entonces, ¿ha sido atacada por atrás?
Táctica y estrategiaPor lo que hemos visto hasta ahora se podría decir de Kirchner que es, como dijo Homero de Ulises, "fecundo en ardides". Pero también podría agregarse que es un táctico cuyas ventajas resultan de una invariable sucesión de trangresiones constitucionales y legales. Falta, empero, responder a una pregunta final: además de un táctico tan efectivo como desaprensivo, ¿es Kirchner también un verdadero "estratega", o la acumulación de sus éxitos tácticos podría desembocar en un desastre estratégico?
El analista Rosendo Fraga viene de señalar que, si comparásemos la lucha por el poder a la que estamos asistiendo con una confrontación bélica, Kirchner, a fuerza de ganar "batallas", podría estar perdiendo la "guerra". De tanto sorprender mediante transgresiones como lo ha venido haciendo con el Indec, ¿no habrá afectado más de la cuenta el dudoso capital de su credibilidad? ¿Le pasará tal vez como al rey Pirro, que después de ganarle a Roma varias batallas ruinosas, terminó por perder la guerra?
Se nos dirá que tanto las metáforas de Fraga como las de este artículo son excesivamente "bélicas". Pero a veces pareciera que, así como Clausewitz sostuvo que "la guerra es la continuación de la política por otros medios", la creciente agresividad del ex presidente en ejercicio lleva a suponer que para él, aunque no lo confiese abiertamente, la política es la continuación de la guerra por otros medios.