JOAQUÍN MORALES SOLÁ La guerra más peligrosa de los Kirchner
Política

JOAQUÍN MORALES SOLÁ La guerra más peligrosa de los Kirchner


La Nacion

La peor derrota de la libertad se produce cuando ella se apaga paulatinamente, en módicas y casi imperceptibles cuotas. Algunos no perciben ese proceso. Otros creen, erradamente, que ellos no figuran ni figurarán entre las potenciales víctimas. El problema es ajeno, entonces. La Argentina en general, y su prensa en particular, está viviendo esa insensible capitulación de la libertad. Es extraño, pero el gobierno de los Kirchner arremetió contra esa conquista esencial de la restauración democrática de hace casi 27 años cuando la sociedad le es esquiva y cuando la relación de fuerzas parlamentarias no le es favorable.

Quizá ni siquiera sea extraño. El método del kirchnerismo ha sido el de doblar la apuesta precisamente cuando ya no tiene nada, o casi nada, para apostar. Funcionarios tibios y legisladores escépticos del oficialismo muestran signos de cansancio con un estilo que los conduce siempre desde una batalla innecesaria hacia un combate inútil. ¿A qué distancia se está del próximo fracaso?, preguntan aquellos con angustia. El resentimiento, cuando no el odio, es tan evidente que sus presuntos enemigos terminarán por convertirse en víctimas de una persecución política. Las sociedades nunca se colocan del lado de los victimarios.

Uno de los rasgos menos valorados de los Kirchner en las encuestas de opinión pública es, precisamente, su propensión al autoritarismo. Su declarada guerra contra el Grupo Clarín; la próxima embestida contra Papel Prensa (el principal proveedor de papel para diarios); la descalificación constante del periodismo y de periodistas, y el desconocimiento de la prensa como un protagonista esencial de la vida democrática son sólo breves esbozos de una intensa campaña que tuvo, en los últimos días, todas las características de un chantaje del Estado. El Estado pierde autoridad cuando se convierte en un Estado generador de ilegalidad.

¿Cómo explicar que un funcionario transitorio del Estado, como lo son todos los funcionarios políticos, haya vapuleado violentamente a una empresa privada por segunda vez en apenas una semana? Eso hizo Guillermo Moreno en Papel Prensa, hace cuatro días, al grito de "yo soy el dueño" y "ustedes son unos ladrones" en alusión a los dueños privados de la compañía. ¿Están de acuerdo los Kirchner con ese método de su todopoderoso secretario de Comercio? Moreno habría durado sólo media hora en el cargo si los Kirchner no estuvieran de acuerdo , explicó un funcionario que frecuenta al matrimonio presidencial. Moreno contaba con autorización.

¿Dueño de qué es el secretario de Comercio? Moreno no es dueño de nada. Y la presencia de un delito sólo puede ser determinada por la Justicia. Los actos y las palabras del secretario de Comercio son, por lo tanto, la expresión cabal de la intimidación del Estado a los ciudadanos particulares.

El temor a una reacción despiadada del poder es lo único verificable, aquí y allá. El ministro Julio De Vido anunció, desenfrenado, que Fibertel no existía más y podría dejar, así, a más de un millón de abonados sin servicio de Internet. Fibertel es propiedad del Grupo Clarín. Sin embargo, ese mismo ministro promovió hace poco más de un año la compra por parte de Clarín de una porción de la telefónica Telecom. Hizo aquel trabajo con el mismo entusiasmo que puso ahora para despojar ilegalmente a una empresa de una parte de su propiedad. ¿Cuáles son, a todo esto, las raras formas que utiliza el kirchnerismo para vaciar de dignidad a sus propios fieles?

El Gobierno inventó una causa inexistente para fulminar a ese servidor de Internet. No preexistía ninguna causa contra Fibertel que justificara la drástica decisión notificada por De Vido. El kirchnerismo se olvidó de las víctimas en medio de la guerra. ¿Qué harán ahora los usuarios de Internet que podían optar entre Fibertel y otro proveedor? Nada. Someterse a los estragos de un monopolio. ¿Qué harán los cientos de empleados de Fibertel que se enteraron de buenas a primeras que su empresa ya no existe? Nada. Deberán sobrevivir como puedan en un país donde la oferta de empleo es menor al crecimiento de su economía. Esa contradicción es producto, precisamente, de la desconfianza que forja un Estado arbitrario.

Todos estos sucesos podrían hacer sólo las veces de teloneros del gran espectáculo sobre Papel Prensa preparado para pasado mañana. La denuncia que se anuncia es falaz a todas luces y su objetivo es muy claro: que el Estado fanático de los Kirchner se haga del control de esa fábrica vital para la prensa independiente. Ya están convocados ministros, gobernadores y legisladores del peronismo, que ocuparán el lugar de la consabida tribuna de los fastos kirchneristas. El Gobierno está haciendo, también, una fuerte presión sobre los más conocidos empresarios para que asistan al anuncio de su próxima muerte. Nunca hay sobrevivientes cuando se ahoga la libertad.

La primera reacción de los empresarios más poderosos y reconocidos indica que no irán. ¿No irán? Nadie lo sabe. Todavía quedan 48 horas de intensas presiones.

La oposición ha reaccionado, por primera vez unánimemente, contra ese intento de sometimiento del periodismo. Los bloques opositores de la Cámara de Diputados están virtualmente en deliberación permanente. Todos los líderes se congregarán en la noche de mañana en la casa de Elisa Carrió. El martes esperarán, reunidos, los anuncios sobre Papel Prensa. Carrió consultó, inclusive, la opinión de los diputados Jorge Obeid y Miguel Bonasso, por su historia personal en los movimientos insurgentes del peronismo. Ellos no disintieron del resto de los opositores.

¿Qué llevó al kirchnerismo a semejante ofensiva contra el periodismo? Tal vez una de las razones sea que se enteró, o intuyó, que la Corte Suprema de Justicia tiene una opinión contraria a la del Gobierno sobre la ley de medios o que postergará su decisión hasta hacer inviables los ajustados plazos de esa tendenciosa medida, ahora suspendida en su aplicación por varios jueces de primera instancia. Una fuerte presión del oficialismo está siendo ejercida en casi todas las instancias de la Justicia. Dicen que carpetas con información confidencial sobre jueces se amontonan en algunas covachas oficiales. Los jueces lo saben.

Es probable que otro motivo de la furia de los Kirchner haya sido la información de que no podrán vincular a los jóvenes Noble Herrera, hijos de la directora de Clarín , con los desaparecidos de la última dictadura. Ningún vocero oficial habla de ese caso, que menearon hasta el cansancio, pero esos jóvenes ya sufrieron importantes daños sociales y psicológicos. No importa. En las guerras kirchneristas hay más víctimas inocentes que otra cosa.

Sin nada más en las manos, al Gobierno sólo le queda la alternativa de usar a destajo la lapicera administrativa que tiene para tomar decisiones contra el Grupo Clarín y contra la totalidad de la prensa independiente. ¿Qué importa? ¿Acaso no existe un enorme conglomerado de medios oficialistas, financiado por el Estado o por empresarios que se enriquecieron con los Kirchner, que se dedica con obsesión a calumniar al periodismo independiente? ¿Acaso algunos periodistas no fueron ya víctimas de escraches callejeros por parte de grupos de fanáticos kirchneristas?

El periodismo es una profesión de solitarios. La custodia o la compañía pueden obstaculizar la obtención de información. ¿Esos escraches no son otra manera, entonces, de encoger el amplio círculo de la libertad? ¿Son sólo los periodistas las víctimas? ¿Quién será el próximo?

La radicalización del kirchnerismo tiene y tendrá un alto precio político para el Gobierno y para el país. No importa. La indisciplina, la independencia y la autonomía deben ser castigadas. La épica kirchnerista encuentra más razones de existir en el fanatismo de las facciones que en la vieja noción de la libertad.




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